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domingo, 28 de diciembre de 2014

CRÓNICA DE LA XXXIV CARRERA POPULAR DE MASPALOMAS. Ya no me acordaba de sufrir tanto en tan pocos kilómetros.



S
in duda una carrera que llega a su 34ª edición no es una carrera cualquiera. Según me cuentan, este evento tuvo una época de esplendor donde venían atletas profesionales desde la península, e incluso del extranjero, para participar y competir por la victoria. Todo eso pasó a ser un recuerdo del pasado. Ahora mismo se trata de una carrera que se organiza con mucho cariño, donde su mayor virtud es la honestidad de reconocerse como una carrera pequeña y comportarse como tal. Apenas 400 corredores repartidos en varias pruebas: Infantil/5Km/10Km/Caminata Solidaria. En mi competición de 10Km. fuimos 170 finishers.



Y
o acudía a competir con muchas dudas e interrogantes sobre mi estado de forma actual. Ya habían pasado 20 días desde la VMaratón Cabberty Málaga, tras la cual estuve una semana de descanso, otra de suaves entrenamientos y en la siguiente, en el primer día de series fuertes, apareció de nuevo el mismo dolor en mi rodilla izquierda que me frenó en mi debut maratoniano. Menudo chasco. De modo que tocó tratamiento de hielo, rodillera de neopreno y paciencia en forma de rodajes suaves y menos caña.
 

D
e esta guisa, sin tener idea precisa de mi estado de forma, me presenté en la línea de salida junto a Aarón Sánchez y otros compañeros de parranda runner, dispuestos a dejarnos la piel en el asfalto. Como siempre la salida fue una estampida de ñus en mitad de la sabana africana. Al no tener presión, salí fuerte tratando de seguir al pura sangre de Aarón y con la esperanza de engancharme a un grupo que mantuviera un buen ritmo. La carrera constaba de dos vueltas a un circuito que ya en el plano de la organización daba un poco de repelús.

Parece un plan de fuga de Woody Allen.
 
T
omar curvas de 90º a toda velocidad y con bastantes corredores no es muy agradable para las piernas y entraña cierto peligro con aquellos que van asfixiados en el primer kilómetro y no miran por dónde van. Aguanto con Aarón hasta el Km. 3, pero ya empieza a abrir hueco y yo comienzo a sufrir un ritmo tan alto.
Me quedo en un grupo que en varios centenares de metros comienza a disgregarse. Reconozco a Raúl Esclarín, atleta del club TRIAC, que está tirando con fuerza y me engancho a él. En el Km. 4 ya avanzamos en solitario y comienzo a tener dificultades para seguir su estela. Ya no recordaba lo que es sufrir yendo a tope y faltando tanta carrera. Y encima antes de terminar la primera vuelta aparece una cuesta de las que dan vértigo por su inclinación y longitud. Al llegar arriba el aire no me llegaba a los pulmones. Vaya tela marinera. Me siento muy egoísta yendo a rueda de Raúl, pero bastante tenía con seguirle, si le daba un relevo me veía reventando como el caballo de un forajido del oeste al que persigue una partida del sheriff local.
En la segunda vuelta, cuando vamos por la pista de atletismo del campo de fútbol local -la mejor parte del recorrido-, Raúl me reconoce y nos saludamos. Sigue tirando a muerte mientras vamos adelantando corredores. Yo me limito a apretar los dientes y respirar con fuerza para no perder comba. Madre mía, menudo sufrimiento. En cualquier momento me pueden estallar las piernas o los pulmones, cada zancada supone dejarme años de vida por el camino, el infierno me quema la planta de los pies… Pero no pienso detenerme.
La última subida a la cuesta de la muerte la realizo más con la testiculina que con el glucógeno. Al llegar arriba me asaltan varias arcadas y tengo que bajar el ritmo. Raúl se marcha sin remedio, es una auténtica locomotora. Menos mal que diez metros más tarde consigo recuperarme y me lanzo a muerte en la recta final. Alcanzo a un corredor y me voy acercando a Raúl… Pero entonces aparece de repente el arco de meta y nos engulle de un mordisco.
 

Q
uedé muy contento con el puesto 17º y el crono final -teniendo en cuenta la dureza del circuito-, pero rascado con la medalla de chocolate en mi categoría, aunque es de justicia que Raúl Esclarín fuera tercero y me expulsara del podium. Desde aquí mi felicitación y mi agradecimiento por haberme aguantado como una garrapata toda la carrera sin echarme la bronca. Aarón realizó una gran competición, sin molestias físicas y con buenas sensaciones, pero el día que esté contento con su actuación habrá que descorchar varias botellas de champán y lanzar fuegos artificiales.
La mejor noticia para mí fue que no tuve ninguna molestia en la rodilla, de modo que ya estoy listo para volver a entrenar duro, aún queda mucha temporada y espero afrontar los próximos retos con la mayor fuerza e ilusión posible. ¡Felices fiestas!

Los ganadores en categoría masculina y femenina


domingo, 14 de diciembre de 2014

CRÓNICA DE LA V MARATÓN CABBERTY MÁLAGA. ¡Ya soy maratoniano!



C
Mi primer dorsal maratoniano
ulminar un proyecto personal o alcanzar uno de tus sueños es siempre motivo de orgullo e íntima
felicidad. En mi caso -tras pensar en ello durante años y completar una dura preparación de cuatro meses- conquistar la Maratón en tu antigua ciudad natal, con un recorrido plagado de recuerdos de infancia/adolescencia y con el apoyo de la gente que te aprecia, es sin duda un desafío ciclópeo e impredecible que bien se puede desglosar en varios fascículos, en varios episodios que sintetizan mi inolvidable experiencia:






Capítulo I
VELANDO ARMAS

A
rribamos a Málaga en un Airbus A320 procedente de Gran Canaria, el viernes 5 de diciembre a mediodía. Cielo totalmente despejado y temperatura otoñal entre 8 y 16 ºC. Durante el día me mantengo firme en las comidas: vaso de agua y fruta, mientras los demás toman vino y postres de la tierra. El sábado 6 me acerco a la Feria del Corredor en el incomparable marco del Pabellón Martín Carpena, para recoger mi dorsal de la Maratón junto a un gym-sack con muchas chucherías.
 

Por la noche y en la mejor compañía posible, una ensalada y macarrones a la boloñesa en la Spaghetteria Circus, un restaurante que reservé con bastantes días de antelación y al que voy desde hace casi 20 años (siempre tiene una cola de espera en la puerta). Poco después a la cama, arropado por un grueso manto de nervios y dudas ante lo que me esperaba al día siguiente… Había llegado la hora de la verdad.



Capítulo II
EL PRELUDIO DE LA BATALLA

M
adrugón y desayuno a las 05:30 a.m., pues la salida se produciría tres horas más tarde. El frío húmedo te cala los huesos, y gracias a la inestimable labor logística de Virginia, no paso por el guardarropa y puedo estar calentito hasta 20 minutos antes del inicio. Hay muchos servicios químicos y no tengo problemas para visitarlos un par de veces. El Paseo del Parque está delimitado por vallas y el aspecto que ofrece es fantástico. Comienzan a aparecer runners por todas partes y la música ya suena a todo volumen. Tras un suave calentamiento con progresivos, entro en el primer cajón de salida e intento concentrarme en mis pensamientos. La estrategia es salir a 4:10 y mantener el ritmo hasta el final. Qué sencillo parece cuando se piensa o se plasma en palabras de tinta o píxeles. Unos minutos de retraso y cuenta atrás: 5… 4… 3… 2… 1… ¡Y comienza mi sueño de correr una Maratón!
 
El Paseo del Parque y el Paseo de los Curas (Fotos de El loco que corre y Diario de Málaga)



Capítulo III
EN COMPAÑÍA DE FILÍPIDES

 Km. 0-5  Comienzo a correr muy suave, prácticamente deslizándome sobre el asfalto. El volumen de corredores me impide avanzar más veloz, pero el kilómetro 1 lo paso a 4:08. Avanzamos muy apiñados por el paseo de la Farola y cogemos la avenida marítima en dirección a Pedregalejo.


 Km. 5-10  Tras el giro de 180º al final de El Palo, todavía avanzamos muy juntos. La liebre de tres horas ha comenzado muy fuerte, a 4:07 o menos, y diviso el banderín a más de 100 metros por delante. Me encuentro al incombustible y omnipresente Shinichi Sasaki, que tras felicitarle por su carrera en la 50ªBehobia-San Sebastián, me realiza una fotografía con su inseparable cámara:

¡Muchas gracias Shinichi!
  


 Km. 10-15  Tomo el primer gel en el Km. 12. En el 15 recibo un buen chute de ánimos cuando me cruzo con Virginia, que me grita su habitual: “¡Vamos Lobillo!”.
El grupo se estira como un chicle y el viento pega con insistencia desde el Kilómetro 9. Seguimos manteniendo buen ritmo y decido no apretar.



 Km. 15-20  El banderín que porta la liebre de las tres horas se aleja paulatinamente. Varios corredores comprobamos el ritmo y estamos de acuerdo en que va demasiado rápido y quienes lo sigan lo van a pagar tarde o temprano si buscan ese crono. El viento sigue pegando de cara y se forman y deshacen pequeños grupo. Jonathan, corredor salmantino del equipo Run&Go -que afrontaba su 11ª Maratón-, y yo formamos támden y avanzamos sincronizados como un reloj. El ritmo se resiente por la resistencia del aire y la soledad de público y corredores, pero mantenemos la cabeza fría y no forzamos la máquina.


 
 Km. 20-25  Cruzo la media maratón en un tiempo de 1:29:23 (la previsión era hacerlo en 1:27:00, pero decidí no luchar contra el viento de cara para afrontar la segunda parte de la carrera con garantías). Creo que éste debería haber sido el paso del pacemaker de las tres horas, pero ya ni siquiera vemos el banderín. No lo entiendo. De todas formas me siento fuerte, contrariado por el aire que me impide un avance fluido, pero contento con la compañía del maratoniano salmantino que de vez en cuando me da algún consejo. Esta parte del circuito es la más desértica de toda la Maratón. En el Km. 24 me tomo el segundo gel energético.


  
 Km. 25-30  Tras dejar atrás la desangelada zona del Pabellón Martín Carpena, afrontamos varios kilómetros favorables con edificios que hacen de parapeto contra la ventolera. Volvemos a coger velocidad de crucero y al llegar al kilómetro 30, compruebo que aún tengo ganas de seguir corriendo… ¡Ya sólo quedan 12! Mi compañero de cabalgada parece que no va bien del estómago.


Desde la media maratón, Jonathan y yo no dejamos de sobrepasar a otros corredores. Como se ve en la imagen, en la segunda parte del circuito hay algunos repechos que castigan las piernas y configuran un circuito más duro de lo que esperaba (Foto de El loco que corre)

 Km. 30-35  De nuevo desnudos contra el embate del viento. Sigo bien de piernas y respiración, esperando llegar al Polideportivo de Ciudad Jardín para recibir los ánimos de mis padres. Jonathan parece haberse recuperado y seguimos avanzando juntos. De improviso comienza a dolerme el ligamento lateral de la rodilla izquierda, pero no le doy importancia. En el kilómetro 32 me tomo el último gel.

 Sé que se me está escapando el sub3horas y decido poner toda la carne en el asador en cuanto me cruce con mis progenitores. Y ese momento llega en el Km. 34. Y no me lo podía creer. Una especie de batucada a cargo de la organización, comenzó a corear mi nombre mientras me acercaba. Casi me da un ataque de risa y emoción al ver a mi madre y mi sobrina tocando sendos tambores y a mi padre golpeando dos botellas de plástico vacías. ¡Se habían conchabado con el grupo de animación para apoyarme en plan bullanguero! Incluso me saludaron amigos del barrio que hace más de diez años no veía. Con el subidón de adrenalina aumenté el ritmo con facilidad, con intención de sufrir y exprimirme hasta la meta. Jonathan se queda atrás y marcho en solitario.

Mis padres y mi sobrina... ¡Qué grandes!

Y entonces llega la tragedia. El dolor de la rodilla aumenta de forma terrible. El ligamento parece que se va a partir como la cuerda de un arco. No puedo doblar correctamente la pierna y pierdo velocidad de forma alarmante.


 Km. 35-40  Jonathan vuelve a enlazar conmigo y me anima a seguirlo. Aprieto los dientes y me engancho a su estela. Cada zancada es un auténtico latigazo en mi pierna izquierda. Se me saltan las lágrimas por el dolor y empiezo a pensar que no terminaré la carrera. Aún así seguimos adelantando a otros participantes. En un túnel subterráneo cogemos a la tercera clasificada y en ese momento los estallidos punzantes que flagelan mi rodilla desaparecen sin previo aviso. ¡Parece cosa de magia! Estamos en el kilómetro 39, y, sin el lastre de la extraña lesión, meto el turbo de energía que me resta y me pongo por debajo de 4:10. Todavía creo que tengo margen para el sub3horas.
 



 Km. 40-42,195  Mi compañero de aventuras se queda atrás. Le animo a que coja el rebujo, pero me concentro en apretar las nalgas y aumentar la cadencia de zancada. Voy dejando atrás a muchos que parecen deslizarse a cámara lenta, sin apenas gasolina en el depósito. Subo por la calle Dos Aceras y alcanzo la plaza de la Merced para encontrarme con más público. La preciosa calle Alcazabilla está repleta de gente que anima con aplausos y disfruto por el rabillo del ojo del teatro romano y la Alcazaba árabe.

 

Sigo intentando ir más rápido, las tres horas están muy cerca de cumplirse… Pero la meta también está a la vuelta de la esquina. Emboco la calle Larios y casi se me corta la respiración. La principal vía de la ciudad está flanqueada por una multitud que jalea a los corredores. Espectacular.

A mitad de la calle Larios, muy cerca del Paseo del Parque (Foto de El loco que corre)

Al llegar al Paseo del Parque sufro una pequeña decepción al comprobar que se cumplen las 3:00:00 y aún queda la recta de meta, unos 350 metros. No dejo de luchar, pero me relajo un tanto para disfrutar mi entrada. Oigo a Virginia entre el numeroso público y le dedico un saludo levantando mi puño en señal de victoria. Hago el avioncito con una sonrisa en los labios y entro en meta más feliz que una perdiz, parando el crono en 3:01:08.

Alzando los brazos justo antes de alcanzar la gloria (Frame de Corriendovoy.com)

(Frame de Corriendovoy.com)




 
 Capítulo IV
¡YA SOY MARATONIANO!

Una voluntaria se acerca mientras recupero la respiración y me pregunta si estoy bien. Le respondo que sí, que si quiere hasta podemos bailar un rock&roll. Sin duda soy la viva imagen de la alegría. Me cuelgan la medalla de recuerdo y me entregan la camiseta finisher y un poncho para frío. De inmediato me reúno con Virgi para fundirnos en un abrazo. Me asegura que estoy físicamente muy entero. Pues sí, si no llega a ser por la rodilla tal vez hubiera mejorado el crono, nunca lo sabré. Lo cierto es que he hecho realidad otro sueño, ya van unos cuantos… Y los que quedan.
Encuentro a Jonathan y también le pego un abrazo, está muy contento, ha terminado fuerte y paró el crono en 3:01:46. No he podido tener mejor compañero de aventura en mi debut maratoniano. ¡Espero que volvamos a coincidir!

Jonathan Martín, del equipo Run&Go by Rafa Iglesias. Maratoniano.



Capítulo V
LA POLÉMICA

Horas más tarde me entro que la organización ha descalificado a 26 atletas, del cuarto puesto para abajo, incluyendo a las dos primeras mujeres, por no haber completado el recorrido oficial. Aquí podéis leer un artículo de Sport León con referencia al atletaÁlex Martínez. Uno o dos días más tarde, tras incendiarse las redes sociales, la organización de la Maratón hace pública la carta que remitieron a los atletas descalificados.
Mi opinión personal, la cual no intento imponer a nadie, es que una Maratón grande no se mide por el número de participantes, sino por el trato a los corredores, del primero al último. El daño está hecho con las descalificaciones, no debería haber pasado, pero conozco de primera mano otras Maratones que comenten errores igual de graves o peores y no dejan de mirarse el ombligo y enrocarse en la prepotente posición de no admitir críticas constructivas ni mejorar las necesidades del puesto 11º al 3000º.
La Maratón Cabberty Málaga ha realizado autocrítica, ha intentado mitigar en lo posible lo sucedido y va a poner las medidas para que no vuelva a suceder semejante despropósito. Mi experiencia personal ha sido fantástica en todos los aspectos. Volveré a repetir.



Capítulo VI
PRÓXIMAMENTE…

Mi debut maratoniano me ha insuflado energías e ilusión para seguir creciendo como atleta popular. En los 42,195 Km. sólo he sufrido por culpa del ligamento de mi rodilla izquierda. La preparación elaborada por mi mister José Castilla me ha permitido no conocer el muro y terminar muscularmente perfecto. Podría haber seguido corriendo tras llegar a meta.
La gran noticia es que he conseguido la marca mínima para poder participar en la Maratón de Boston 2016. Pero antes, si todo marcha bien, me gustaría luchar por bajar de las tres horas en la Maratón de Chicago 2015. Por ahora mi pensamiento es de correr una Maratón por año; creo que aún puedo mejorar en el 10.000 y en la media maratón, que será a lo que me dedique lo que resta de temporada.
Me siento raro por no entrenar estos días, pero sé que debo dejar que mi organismo se regenere para volver más fuerte. He disfrutado mucho escribiendo esta interminable crónica, de modo que si has llegado hasta aquí espero haberte podido transmitir algo de actitud positiva para que también hagas realidad tus sueños. Un fuerte abrazo.












domingo, 30 de noviembre de 2014

V MARATÓN CABBERTY MÁLAGA. Fraguando mi primera Maratón.


L
A MARATÓN.
 Me refiero a ella en femenino a propósito, pues siempre he considerado que el sexo débil posee un espíritu indómito y un umbral del sufrimiento mayor que la fuerza bruta del género masculino. La Maratón -también la pongo con mayúscula porque es un nombre propio con todo el derecho de Filípides- es uno de esos sueños que siempre he guardado en el cajón de mis ilusiones inalcanzables.
Desde pequeño completar una Maratón representaba para mí una gesta realizada por auténticos héroes de escudo, espada y casco con penacho rojo. A los diez años comencé a practicar deportes en equipo, y, aunque me ha gustado correr, nunca me creí capaz de afrontar semejante hazaña. Los 42,195 kilómetros eran en mi cabeza una odisea titánica e inabordable. Eran la distancia entre la Tierra y la Luna. El trayecto entre el Cielo y el Infierno. Y, seamos sinceros, yo no había llegado de las estrellas ni nunca me picó una araña radiactiva.
No obstante, ya alcanzada mi madurez adulta, comencé a correr y a entrenar con toda la ilusión y perseverancia que me permitía mi ritmo de vida. Ahora se cumplen tres años desde que me sedujo el running popular y el 07/12/2014 intentaré alcanzar mi sueño de traspasar la línea de meta de mi primera Maratón. Un sueño que llevo dentro desde hace veinticinco años y que podría hacerse realidad -en el mejor de los casos- en menos de ciento ochenta minutos.




L
Elegí V Maratón Cabberty Málaga por muchos motivos. Se trata de mi ciudad de origen, donde he residido durante tres cuartas partes de mi vida. El viaje me permite reencontrarme unos días con mi familia y amigos, además de volver a disfrutar de mis rincones favoritos de la metrópoli.
También es muy reseñable el esfuerzo de los organizadores e instituciones públicas colaboradoras por crecer año tras año. No es fácil organizar una Maratón a una vuelta por todos los lugares emblemáticos de la ciudad y prácticamente paralizar el tráfico durante horas.
El recorrido de la Maratón, en mi opinión, es fantástico. Es rápido y prácticamente llano. Y lo mejor es que pasa muy cerca del barrio donde me crié: pasado el kilómetro 35 espero emocionarme al encontrarme el Polideportivo de Ciudad Jardín y recibir los ánimos de mis padres. Seguro que el subidón de adrenalina será importante.



La Maratón Cabberty Málaga está incluida en el calendario de la AIMS (Association of International Marathons and Distance Races), lo cual significa -entre otras cosas- que la marca conseguida el 07/12/2014 es válida para cumplir la mínima exigida en la Maratón de Boston 2016.
Por último destacar el buen trato al corredor que se desprende de muchas crónicas de maratonianos/blogueros que han participado en ediciones anteriores.




R
ECONOCIMIENTO MÉDICO.
Todos los años paso una revisión médica completa -incluyendo análisis de sangre y orina- en mi puesto de trabajo. Pero cuando decidí prepararme la Maratón fui consciente que debía realizarme una revisión médica más específica del sistema cardiovascular. Este aspecto es absolutamente fundamental e innegociable para cualquier corredor.
   Tras someterme a un electrocardiograma, una ecografía y una prueba de esfuerzo en cinta (ergometría), el resultado fue bastante explícito: “¡Chacho, estás como un toro! Puedes correr todas las maratones que quieras”.
 Me quedé bastante tranquilo en el aspecto del corazón, aunque no sé yo si es muy halagador que te comparen con un animal con semejantes cuernos. LOL.




O
BJETIVOS.
Dependiendo de cómo se desarrolle la carrera y las sensaciones que encuentre con el paso de los kilómetros, mis objetivos podrían ir variando para no perder la motivación y mantener la firmeza psicológica.

PLAN A. Finalizar mi primera Maratón en menos de 3 horas #nosoyuntapado.

PLAN B. Conseguir un crono inferior a las 3 horas y 15 minutos, que es la mínima exigible en mi categoría para participar en la Maratón de Boston 2016.

PLAN C. Traspasar la línea de meta con los brazos en alto y convertirme por fin en maratoniano.



A pesar de mis elucubraciones, tengo muy presente que en cualquier carrera en la que participe, el objetivo principal es DISFRUTAR de este maravilloso deporte.



L
A PREPARACIÓN.
Tras finalizar en junio la temporada 2013-2014 muy tocado de los tendones de Aquiles, pasé el mes de julio realizando musculación en el gym y cuidando las articulaciones.


En agosto comencé la pretemporada junto a Aarón Sánchez con vistas a la V Maratón Cabberty Málaga. El mes transcurrió subiendo cuestas, fortaleciendo las piernas y aumentando el volumen de kilómetros. Los Aquiles seguían doloridos.

En septiembre ya me sumergí en la parte específica de Maratón con mi entrenador de La Bolsa del Corredor-Sport, José Castilla (atleta paralímpico en Atlanta, Sydney, Atenas y Pekín). Sigo renqueante de los Aquiles.

En octubre aumenté la intensidad de las sesiones y tengo mi primer test en los 10K de la LPA Nigth Run. Los Aquiles siguen dando guerra, pero los cuido como si fueran de porcelana china.

En noviembre llega la segunda piedra de toque con los 20K dela 50ª Behobia-San Sebastián. Los entrenamientos alcanzan el pico de exigencia tanto física como mental. La última semana comienza el tapering y el cuerpo lo agradece. Las molestias en los Aquiles casi han desaparecido por completo.


Como conclusión final decir que he realizado el 95% de los entrenamientos programados; y en el 80% de los casos he cumplido con el volumen y los ritmos preestablecidos (en mi “semana de la muerte” alcancé la cifra de 116 Km.). Por fortuna no he sufrido lesión ni enfermedad, ni siquiera un resfriado, por lo que pienso que la preparación para mi debut maratoniano ha sido buena, muy buena, rozando el sobresaliente.







E
L MATERIAL.




L
A ESTRATEGIA DE CARRERA.
A día de hoy (espero actualizar esta entrada unos días antes del pistoletazo de salida) no tengo claro el ritmo con el que voy a afrontar la Maratón. Por ahora considero dos estrategias antagónicas que son el Yin y el Yan del running, el angelito y el diablillo que me susurran al oído la mejor forma de alcanzar la corona de laurel:

  1. La táctica de ECHARLE MÁS HUEVOS QUE EL CABALLO DE ESPARTERO está avalada por mi mister José Castilla, y consiste en salir desde el inicio entre 4:07 y 4:10 minutos por kilómetro.
  2. Disfrazarme de RATA DE ALCANTARILLA y aprovecharme del trabajo de la liebre de las 3 horas, que será ni más ni menos que Abel Antón -¿hay alguien más fiable que un Campeón del Mundo de Maratón?-, y darle un hachazo a falta de un kilómetro para asegurarme la marca.
 Después de pasarme varios días rumiando sobre ello, y teniendo en cuenta la gran preparación, la climatología prevista y los consejos de mi entrenador (también los de otros compañeros con experiencia en los 42,195 Km.), he decidido salir a 4:10 minutos/Km. y tratar de mantener el ritmo hasta el final. Aunque tengo claro que debo escuchar y descifrar las señales de mi cuerpo durante la carrera. Si antes del Km. 30 voy forzado rebajaré la velocidad. Solo estoy dispuesto a sufrir desde el 35 y agonizar desde el 40. Que Filípides me pille confesado.



L
A METEOROLOGÍA.
Por el momento, la AEMT augura unas buenas condiciones de viento y temperatura para la carrera. Habrá que cruzar los dedos para que siga así.

Fuente: www.eltiempo.es



S
USPENSE.
Se me hace raro entrenar tan suave la semana previa a la Maratón. Intento no dejar ningún resquicio a las dudas y confiar en los meses de entrenamiento que llevo en las piernas. Mientras tanto vivo en esa tensa calma de las películas de Hitchcock, donde en cualquier momento pueden asesinar a alguien... Y espero que esta vez a quien acuchillen en la ducha sea al Tío del Mazo.








jueves, 13 de noviembre de 2014

CRÓNICA DE LA 50ª BEHOBIA-SAN SEBASTIÁN, unas Bodas de Oro con 30.000 invitados




T
ras escuchar el pitido de la alfombrilla de control de chips en el Km. 10, tuve la certeza de que este año mi carrera en la Behobia sería un auténtico fracaso. En mis dos participaciones anteriores nunca había llegado tan jodido forzado a este punto después de coronar el Gaintxurizketa. Y todo por salirme un pelín de mi estrategia y forzar demasiado en un vertiginoso descenso más propio del Tour de Francia. Cuando cometes un error en cualquier carrera sueles tener un margen de maniobra para minimizarlo. Tener un fallo de cálculo en la Behobia-San Sebastián es como poner el cuello en una guillotina, y sólo te apercibirte de ello cuando -zas- ha caído la cuchilla.
 


 
E
l viernes 7 de noviembre de 2014 preparé con entusiasmo mi trollery para volar desde Gran Canaria, junto a Aarón Sánchez y Alberto Vega, hacia el aeropuerto de Bilbao y participar en la 50ª Behobia-San Sebastián. No podíamos perdernos las Bodas de Oro de esta mítica e inigualable carrera (se trataba de mi tercera participación consecutiva, y el año pasado ya publiqué la crónica de la 49ª edición en el blog de Aarón). Llevaba la maleta repleta de ilusión por descubrir el nuevo trazado de la carrera (con sus 20 Kms. exactos), formar parte de tan especial aniversario y comprobar mi actual estado de forma tras los 10K de la LPA Night Run. También tratando de coger una buena dosis de confianza para afrontar mi debut en la Maratón Cabberty de Málaga el próximo 07/12/2014.
La primera sorpresa agradable se produjo en el avión, en pleno vuelo hacia la generosa tierra vasca. Tropecé inesperadamente con Manuel Santana Mendoza, primo de mi amiga MJ y buen corredor de fondo, que venía con una expedición de 14 miembros de Gáldar para participar en la Behobia (entre ellos también estaba Gustavo, hermano de mi otra amiga Ruth). Al final nos unimos a ellos para subir a una guagua privada que habían alquilado y que nos llevó directamente a Donosti. Un puntazo.




E
l sábado fuimos a recoger el dorsal en el estadio de Anoeta y la estupenda bolsa del corredor al homónimo velódromo. Allí estuvimos charlando con Joan Terán, miembro fundador de mi actual equipo, el BC Team, que se encontraba apoyando el proyecto “Run in Africa”. Fue él quien nos dio la gran noticia de que José Carlos Hernández, el extraordinario atleta lanzaroteño, iba a participar en la carrera y era uno de los favoritos para la victoria. Por la noche tuvimos que cenar en un Telepizza porque la ciudad estaba colapsada de runners hambrientos de pasta, y no había sitio en ningún restaurante sin haber reservado previamente. Otra lección aprendida.

Feria del corredor en el velódromo de Anoeta. Aarón Sánchez, Joan Terán y José Lobillo



P
or fin el día de la carrera nos levantamos temprano y cogimos el tren destino Irún. Tuve la suerte de charlar un rato con Martí, Francesc y Álex; componentes del BC Team y que más tarde se marcarían un carrerón cada uno.
Un bus lanzadera nos acercó hasta Behobia, junto al río Bidasoa. Tras caminar hacia los camiones-consigna y entregar las mochilas, nos dirigimos hacia la salida, que este año se había adelantado casi un kilómetro. En este momento se puso a llover. Todo el que participa en la Behobia pasa los días anteriores buceando en distintos partes meteorológicos para predecir el futuro, y, en mi caso, ponerle velas al hombre del tiempo para que no anunciase precipitaciones. En esta ocasión se preveía lluvia y viento a niveles aceptables (en la edición 48ª corrimos bajo el diluvio universal y vientos huracanados). Pero el aguacero sólo duró 10 minutos y pudimos disfrutar de un calentamiento placentero.
Destacar que antes de la salida se proyectó un emotivo vídeo con fotografías de Arantza Ezquerro, la joven corredora que falleció el año pasado durante la carrera. Desde aquí también mi sentido homenaje a su memoria. Y un diez al gran atleta Pedro Nimo por llevar un dorsal con su nombre y su número.

A
arón y yo salíamos en la segunda oleada, a las 10:01 horas, junto a otros 1500 participantes con dorsal morado (el primer cajón era el amarillo, que iniciaba la prueba a las 10:00 a.m. con 500 élites y populares de alto nivel). Por detrás esperaban su turno 18 corrales más con 28000 corredores (los últimos saldrían una hora y media después del primer pistoletazo de salida).

Km. 0-5. Cuenta atrás del speaker… Bost, lau, hiru, bi, bat… Y allá que metimos la primera marcha. Desde el inicio me puse a rueda de Aarón, pues habíamos planificado juntos la estrategia y yo no llevaba reloj GPS. La idea era intentar acabar la carrera con una media de 3:55 minutos por kilómetro En los primeros compases nos adelantó hasta el malo de la película que va en muletas. Siempre ocurre lo mismo en todas partes: los que salen demasiado fuerte al principio son carne de cañón para la parte final del recorrido, y mucho más si se trata de la Behobia. Pero lo malo es que molestan tratando de buscar huecos e interrumpiendo tu trayectoria en su alocada progresión.

Fotos del Diario Vasco y Canofotosport
 Ya en los primeros instantes me di cuenta que había metido la pata -nunca mejor dicho- al elegir las zapatillas. Utilicé mis voladoras más radicales, las Saucony Type A6 (apenas 147 grs.), pero como apenas tiene huella y el asfalto estaba empapado, notaba la falta de agarre que me acompañaría en toda la carrera. A veces más vale ser conservador. En el Km. 2 nos dimos cuenta que salimos un poco lentos, a 4:07 más o menos, pero sabíamos que había mucho margen de mejora. Subimos a Irún arropados por los ánimos de la gente, sin aumentar el ritmo para no asfixiarnos, y ya en la bajada nos pusimos más vivos.

Km. 5-10. Pasamos el kilómetro 5 en 19:36, lo cual significaba que ya habíamos alcanzado el ritmo establecido. En el 6 comenzó la subida del Gaintxurizketa. A partir de este momento Aarón (que se atragantó en un avituallamiento y lo pasó mal durante unos segundos) y ya no dejamos de sobrepasar a cientos de competidores. Subimos con una cadencia constante y coronamos la cima muy enteros, entre vítores del público que se agolpaba en los márgenes; para a continuación lanzarnos en el descenso. Las bajadas se me dan fatal y sufro mucho, los cambios de ritmo no son mi fuerte y no los controlo, de modo que al ponerme a rueda de otro corredor, no medí bien y me sacó de punto. Al minuto lo dejé marchar, pero el daño ya estaba hecho. Respiraba con dificultad y tenía principio de flato en el costado derecho.

Comparación de perfiles: arriba la edición 49ª y abajo la 50ª

Km. 10-11. Tras escuchar el pitido de la alfombrilla de control de chips, comprendí que nunca antes había ido tan mal en este punto kilométrico. A duras penas conseguía seguir la estela de Aarón. Iba asfixiado. Y cuando pensaba que la carrera había terminado para mí, recordé que me había sucedido algo parecido durante mi MMP de media maratón, por lo que intenté relajar el diafragma y realizar inspiraciones profundas.

Km.11-16. Entramos en Errentería y la aglomeración de público era increíble. Todo el pueblo estaba
Foto de Canofotosport
animando en las calles con un entusiasmo que ponía la piel de gallina. Esto es lo que hace grande a la Behobia-SS. Ha sido todo un acierto volver a incluirlo en el recorrido. En ese punto noté que iba mejorando sensaciones, pero tampoco estaba para tirar cohetes. No obstante seguíamos dando hachazos a diestro y siniestro, adelantando sin parar a montones de dorsales morados y algún que otro amarillo que salió un minuto antes que nosotros.
Si bajar es una tortura para mí, en las subidas sí consigo disfrutar. La aparición del alto de Capuchinos en el kilómetro 12,5 fue fundamental en mi carrera. La corta subida y los vítores de la multitud que se congregaba estrechando la carretera, consiguió que me recuperase del ahogo. El chute de moral y confianza hizo que aumentara la velocidad en el descenso y darle el relevo a Aarón.

Km.16-20. En un santiamén llegamos a los pies del alto de Miracruz, una cuesta de un kilómetro que se hace interminable. Le digo a Aarón que a partir de ese momento había que darlo todo. Sé por experiencia que los ánimos de la gente que abarrota ambos lados de la calzada te llevan en volandas, así que intento subir fuerte y buscar huecos, pues desde el Km. 6 vamos sobrepasando a todo quisque.  A mitad de cuesta animo a un corredor malagueño del club de Arroyo de la Miel y seguimos disfrutando del apoyo incondicional de los espectadores. Una auténtica gozada el alto de Miracruz aunque eches el hígado por la boca.
Nada más llegar a la cumbre comienza una bajada de un kilómetro antes del llaneo a meta. Ahora que sí que nos lanzamos sin frenos y a tumba abierta. Para lo que quedaba ya no nos importaba morir con las botas puestas y llevar al tío del mazo a cuestas. En el kilómetro 18 Aarón subió un punto la velocidad y yo intenté seguirle apretando los dientes. En ese momento el sufrimiento ya dejaba paso a la agonía y todos mis esfuerzos se concentraban en no desmoronarme a cada zancada y en soltar un quejido lastimero de vez en cuando para aliviar el diafragma. El griterío y los jaleos del público ya se volvían borrosos en mi vista periférica.
Al girar a la izquierda afrontamos el precioso puente de Zurriola, ya apenas quedaba 1000 metros para llegar, y yo ya era un tren del oeste sin carbón en las calderas. Aarón comenzó a despegarse de mí con una facilidad pasmosa y ya sólo me concentré en no bajar el ritmo. El resto de corredores parecía que iban a cámara lenta, que estuvieran corriendo en la Luna, lo cual significaba que estaban tanto o peor que yo..

Puente de Zurriola

Por fin enfilé la recta final y esprinté todo lo que pude antes de explotar de felicidad al cruzar la meta.

Con cara de estar haciéndome la cera en las ingles, pero "volando" a 3:30 por el puente de Zurriola (foto de Canofotosport)
Mi crono final fue de 1:17:38. No me lo podía creer, había superado con creces mis mejores expectativas.
Aquello significaba una media de 3:52 minutos por kilómetros. Aarón había entrado cinco segundos antes y me esperaba para darnos un abrazo. Estaba eufórico por nuestra actuación mientras trataba de recuperar el resuello.
Nos encaminamos por una larga calle donde los voluntarios te quitaban el chip de la zapatilla, te colgaban la medalla al cuello y te ofrecían bolsas con frutas, chocolate, agua, isotónica…
Tras recoger las mochilas del guardarropa situado en la plaza Guipúzcoa, pasamos por otra carpa repleta de comida de todo tipo y conseguimos entrar en menos de ocho minutos en un recinto enorme donde estaban dando masajes. A mí me tocó María Luisa, una encantadora y pizpireta donostiarra que ya llevaba 16 años de voluntaria y que poco después debía entrar a trabajar en un restaurante, y que me regaló una estupenda descarga de gemelos y unos estiramientos que me sentaron genial. ¡Muchas gracias! La labor de los voluntarios en la Behobia tiene un valor incalculable para la carrera.
Tras el masaje y antes de irnos a la ducha, conseguimos enterarnos que el ganador de las Bodas de Oro de la Behobia… ¡¡¡Fue el canario José Carlos Hernandez!!! Nos pusimos a dar botes como si hubiéramos ganado nosotros. Menuda victoria para el corredor lanzaroteño; las islas afortunadas deberían sentirse orgullosas de tremendo campeón y embajador del deporte canario. Ojalá pueda repetir victoria en el Campeonato de España de Maratón que también se disputará en unas semanas en Donosti.

El bólido canario cruzando la meta en el Boulevard (foto de Joan Terán)
C
omo conclusiones finales sólo decir que la 50ª Behobia-San Sebastián ha vuelto a sobrepasar mis mejores expectativas. Es una carrera incomparable. Después de tres años consecutivos participando en ella me tiene absolutamente enamorado. Y encima este año la climatología fue benévola con los corredores. Con buen tiempo se disfruta una barbaridad; con mal tiempo se convierte en algo épico que queda en la posteridad. No sé si volveré el año que viene, pero sí sé que mientras siga corriendo regresaré para disputarla.
En mi opinión y por mi forma de correr, el nuevo recorrido es incluso más duro que el anterior. Las continuas subidas y bajadas me destrozan el ritmo. En el circuito antiguo, desde el Km. 12 al 16 ponía la velocidad crucero y aguantaba hasta el final. Ahora el alto de Capuchinos, Pasaia y Herrera me rompieron los esquemas en cuanto a rodar en llano. Supongo que muchos otros pensarán lo contrario porque tienen características opuestas a las mías.
Tengo que aprender de mis errores en esta carrera: la elección de las zapatillas y los cambios de ritmo. Nunca sabré si hubiera mejorado la marca sin estos deslices, pero eso no quita mi satisfacción por el resultado final.

En el puente de Zurriola y al fondo el Kursaal (foto de Aarón Sánchez)
Selfie con el gran Shinichi Sasaki

Hay muchas carreras por todos los rincones del mundo… Pero ninguna es la Behobia-San Sebastián.